Si bien la acuicultura ha existido durante miles de años, su popularización a gran escala se produjo principalmente a partir de la segunda mitad del siglo XX, y alude a la práctica de cultivar, criar y cosechar plantas y animales en diversos entornos acuáticos, como ríos y mares. Así como la agricultura se centra en el cultivo de alimentos en ecosistemas terrestres, la acuicultura tiene el mismo objetivo, pero en entornos acuáticos, persiguiendo siempre la sostenibilidad.
En el ámbito español, la acuicultura abarca el cultivo de peces y algas, y complementa la pesca tradicional.
Los orígenes
La acuicultura en España tiene una historia milenaria, remontándose a la época romana hace unos 2.000 años. Los romanos ya practicaban el cultivo de peces, como lo demuestran diversos restos arqueológicos en lugares como los Baños de la Reina en El Campello, Alicante. Este sitio funcionaba como un vivero de peces, proporcionando pescado fresco a la población local, y hoy es un atractivo turístico.
Durante la Edad Media, la acuicultura se desarrolló especialmente en los monasterios europeos, donde los monjes construían estanques de peces para garantizar una fuente constante de proteínas, especialmente durante los periodos de ayuno religioso.
En la Edad Moderna, los métodos de cultivo se sistematizaron y se empezaron a cultivar no solo peces, sino también moluscos, crustáceos y plantas acuáticas. Estos avances marcaron una clara distinción con respecto a la pesca tradicional y sentaron las bases para la acuicultura moderna en Europa. En España, la acuicultura ha evolucionado hasta convertirse en un sector importante, contribuyendo significativamente a la provisión de alimentos acuáticos.
Por consiguiente, así como la agricultura transformó el aprovisionamiento de alimentos en tierra, permitiendo a las civilizaciones humanas asentarse y prosperar, la acuicultura hizo lo propio con la forma en que obtenemos alimentos del medio acuático.
La acuicultura en el siglo XXI: innovación y sostenibilidad
En el siglo XXI, la acuicultura se ha convertido en el método de cultivo de proteínas de más rápido crecimiento a nivel mundial. Daniel Benetti, director de acuicultura de la Universidad de Miami, afirma que "la acuicultura está aquí para quedarse. Ya es algo común". En España, un país destacado en la acuicultura dentro de la Unión Europea, se han implementado numerosos métodos avanzados y sostenibles, posicionando al sector a la vanguardia.
La acuicultura española cuenta con tecnología punta, como sistemas de monitoreo en tiempo real, cámaras submarinas y sensores de calidad del agua. Los sistemas de alimentación automática permiten una gestión precisa de los recursos, mejorando la salud y el crecimiento de especies como la lubina, la dorada, el rodaballo, la trucha, el lenguado, el atún o el esturión. La capacidad de estos sistemas para renovar constantemente el agua, creando un entorno controlado y óptimo para el cultivo de peces.
También, la acuicultura ofrece una solución viable y sostenible, para ofrecer a la población pescado de alta calidad sin ejercer presión sobre las poblaciones silvestres. Además, contribuye a la economía local, generando empleo y promoviendo prácticas ambientales responsables. Sin una expansión y mejora continua de la acuicultura, será imposible satisfacer las necesidades alimentarias de la creciente población mundial de manera sostenible.
Acuicultura de peces
La acuicultura española es una actividad compleja debido a los requisitos específicos de cada especie. Este tipo de acuicultura requiere un control riguroso del entorno para asegurar la salud y el crecimiento óptimo de los peces. La mayoría de los peces de la acuicultura española provienen de centros de reproducción, donde los huevos son incubados y las larvas criadas hasta alcanzar el tamaño adecuado para ser transferidas a viveros en el mar o plantas en tierra, de agua dulce o marina.
Sin acuicultura no hay pescado para todos
En España, disponemos de una vasta riqueza de recursos acuáticos que nos permiten desarrollar una acuicultura local próspera, tanto en aguas marinas como en aguas continentales (dulces). Nuestro país cuenta con 8.000 kilómetros de costa y con 9 grandes ríos, además de numerosos cursos fluviales menores y lagos. La capacidad de agua embalsamada supera los 55.000 hectómetros cúbicos, lo que proporciona una base sólida para la acuicultura. Esto es especialmente interesante porque la acuicultura no “gasta" agua: tan solo la necesita como medio y, a continuación, la devuelve purificada a los ríos.
Esta riqueza hídrica se complementa con una gran diversidad de climas y geografías, creando las condiciones fisicoquímicas y ambientales ideales para el desarrollo de la acuicultura. En España, la inversión en instalaciones de producción acuícola se realiza con un cuidado especial para que tanto el diseño como la construcción se adapten adecuadamente al medio físico sin alterarlo y satisfagan las necesidades de las especies que se producen.
Así, las instalaciones acuícolas en nuestro país se dividen en dos grandes grupos: en tierra y en mar. Cada uno de estos grupos presenta características específicas y diferentes subtipos que se adaptan a las condiciones particulares de cada entorno. En las instalaciones en tierra, que pueden ser de agua dulce o salada, se incluyen estanques, tanques y sistemas de recirculación, que permiten controlar mejor las condiciones del agua y la alimentación de las especies. Por otro lado, las instalaciones en mar comprenden recintos flotantes y parques de cultivo, donde se aprovechan las ventajas del entorno marino para criar las especies.
La acuicultura española complementa la pesca extractiva responsable, reduciendo la presión sobre especies en peligro de extinción y evitando la sobreexplotación de los mares. Ambas prácticas son vitales para la alimentación mundial, proporcionando proteína animal saludable, de calidad y sostenible. Actualmente, la acuicultura supera en volumen a la pesca extractiva a nivel global, representando el 57,3% de la producción total y creciendo a un ritmo anual del 3,5%.
Así, la acuicultura española ha experimentado un gran crecimiento, produciendo 327.309 toneladas productos acuícolas en 2022, siendo las principales especies criadas la lubina (23.924 t), la trucha arcoíris (15.357 t) y la dorada (9.632 t). Estas granjas acuícolas se distribuyen por todo el país: Galicia es la principal región para el rodaballo; la trucha y el esturión se cultivan en áreas de interior; la dorada, lubina y corvina se producen en la Comunidad Valenciana, Región de Murcia, Cataluña, Almería y Granada; Cádiz y Huelva se especializan en dorada y lubina en zonas intermareales; y Canarias también destaca en la producción de dorada y lubina.
Desafíos y oportunidades
La acuicultura no solo proporciona una fuente de proteínas saludables de alta calidad y bajo impacto ambiental, sino que también apoya a las economías locales y rurales. Con una población mundial que se espera que alcance los 10.000 millones de habitantes para 2050, la acuicultura se posiciona como una solución esencial para alimentar a un planeta en crecimiento sin agotar los recursos naturales. Sin acuicultura, pues, no hay pescado para todos.
La acuicultura es mucho más que la agricultura de los mares y ríos. Es una solución moderna y sostenible que complementa la pesca extractiva y garantiza que las generaciones futuras puedan disfrutar de los mismos recursos que tenemos actualmente. La acuicultura ofrece una alternativa viable para mantener el equilibrio ecológico y proporcionar alimentos de manera eficiente y sostenible.